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La espectacularidad de los actos transgresores de la ley, previsibles y evidentes como un velocista que cruza la meta, ocultan el robo y el bandidaje espiritual, las mutilaciones constantes en la vida cotidiana. Cualquiera se convierte en SUJETO, dueño de su identidad y bienes, término a quo y ad quem de falsas relaciones, cuando desarrolla una parte proscrita que padece la acción depredadora y depreda a su vez a los otros, anillo contráctil, asfixiante, que engarza el círculo virtuoso del reconocimiento con el círculo vicioso del resentimiento, núcleo anidado que se intensifica mutuamente, paso a paso, hasta la autodestrucción.