I

El anhelo de reconocimiento tiene como punto de partida el desprecio de uno mismo y, en consecuencia, el desprecio, el desdén profundo hacia los demás. El MAL es el BIEN deseado. El deseo como único bien, cualidad oculta e irreconocible, es inmune al mal, siempre y cuando sea el único acontecimiento singular del deseante, vínculo sustancial del sueño y el ser, evasión material desligada de proyectos, fines y recompensas. No hay premio al principio, no puede haberlo al final; el deseo se premia a sí mismo, potencia ciega, impasible, porque no necesita ver ni hacer nada, autocontemplación y goze unidos a la potencia (del) instante, ojos cerrados.